Me lesioné y nadie me llamó – El diario andino

Elijah tenía 14 años y el futuro en sus piernas. Capitán, anotador, líder natural. Cuando ingresó a la cancha, su equipo se volvió valiente. Era el tipo que todos querían pasar la pelota. El tipo de niño que ya se llama «La Joya» en menores. Hasta un sábado por la tarde, en un campo polvoriento, el futuro se detuvo. Una entrada fuerte, un grito seco, el espeso silencio que ya intenta el diagnóstico: la ruptura del ligamento cruzado.
Seis meses afuera. Tal vez más. Elijah dejó de estar en la lista. No lo invitaron al próximo amistoso ni le enviaron los videos de análisis. «Me lastimé y nadie me llamó», le dijo a su madre una tarde, como la que deja caer una verdad que ya no pudo mantener en silencio. A veces el dolor no está en la rodilla, sino en el olvido.
«Cuando te lesionas, descubres quién es realmente para ti», dijo Juan Román Riquelme una vez, recordando una etapa difícil con Boca. En el caso de Elijah, la respuesta fue difícil: no muchos. Porque en el fútbol infantil, cuando uno deja de jugar, también deja de existir.
Hace años, Uruguayan Sebastián Abreu lo resumió así: «Los niños se están preparando para ganar, pero no perder, mucho menos que perder afuera». ¿Quién les enseña a esperar, sanar, resistir sin aplausos?
El fútbol formativo generalmente educa en euforia, pero no en pausa. Te enseñamos a correr, a marcar, a ganar. Pero olvidamos enseñarles a soportar; Al comprender que el valor no se pierde cuando deja de competir, que siguen siendo parte, incluso si no están en la corte.
Desde España, Andrés Iniesta dijo una vez: «Las lesiones son una prueba de personaje, pero también una prueba de compañía». Y en el fútbol infantil esa compañía debería ser parte de la capacitación.
Porque, cuando un niño está herido, la parte más importante es la que nadie ve: la de su mente, su autoestima, su sentido de pertenencia. Elijah hoy camina con muletas, pero lo que más duele es que, durante semanas, nadie escribió.
Tal vez es hora de entender que en el entrenamiento del fútbol no es suficiente para entrenar las piernas. Tienes que formar enlaces. Porque cuando el niño deja de jugar, el silencio no puede ser la respuesta. Alguien, al menos, debería llamarlo.