April 30, 2025

Office Address

123/A, Miranda City Likaoli
Prikano, Dope

Phone Number

+0989 7876 9865 9

+(090) 8765 86543 85

Ciencia y Técnología

Sin semáforos para el apagón, España vivió un verdadero experimento libertario de movilidad. Y fue bastante bien

Sin semáforos para el apagón, España vivió un verdadero experimento libertario de movilidad. Y fue bastante bien

En un momento crítico, a las 12:32 pm del 28 de abril de 2025, España se sumió en la oscuridad total. La pérdida repentina de energía fue evidente al instante; las comunicaciones con nuestros compañeros de trabajo se interrumpieron abruptamente. Las pantallas de las computadoras se apagaron, los trenes quedaron atrapados en los túneles y los ascensores se detuvieron, quedando congelados entre los diferentes pisos. Mientras tanto, en las calles, la vida parecía seguir su curso habitual.

O, al menos, eso parecía.

Más allá de las largas colas en Mercadona y de los niños que corrían y gritaban en el patio de la escuela en horario inusualmente extenso, el tráfico parecía avanzar con un ritmo relativamente normal. Sin trenes disponibles, los pasajeros encontraron otra forma de movilizarse; se lanzaron a las avenidas abarrotadas. Utilizaban automóviles privados, se subían a autobuses públicos, y algunos incluso optaban por usar caballos para sortear la falta de opciones de transporte.

Así, de una manera u otra, el tráfico continuó fluyendo. Es cierto que en el epicentro de ciudades como Madrid y Barcelona las carreteras y avenidas pronto se congestionarían. Sin embargo, también observamos que en muchas otras áreas, el tráfico se mantenía en un nivel relativamente tranquilo.

Este evento fue una clara validación de que, en ocasiones, el tráfico puede fluir si mostramos un poco de colaboración. Además, resalta la razón por la que hay quienes diseñan intersecciones que prescinden de luces reguladoras.

Semáforos en Granada el 28 de abril de 2025 durante el apagón nacional

Un poco de comprensión

Recorriendo la historia, el 17 de marzo de 1926, hace casi un siglo, Madrid implementó su primer semáforo. La llegada de este dispositivo se justificó para promover «un uso más racional de los automóviles privados y, en general, favorecer el transporte público, contribuyendo así a una coexistencia más placentera y segura en las calles para los peatones», según se afirmaba en los documentos municipales de la época.

No se podía haber imaginado que casi un siglo después, la radio conectaría a las ciudades españolas con la noticia de que la luz había regresado a los semáforos de las calles. Era suficiente con sintonizar un transistor para sentir un alivio palpable en la voz de los periodistas, quienes informaron que la luz había vuelto a brillar en los semáforos.

Con la reactivación de los semáforos, muchos sentían que se estaba restaurando la normalidad. La luz roja, que prohíbe el paso a quienes se cruzan en mi camino, me deja el camino despejado. La luz ámbar, que me advierte de un posible peligro, me incita a acelerar. Pero, ¿qué sucedería si nuestra normalidad no dependiera de estos semáforos?

Esto fue exactamente lo que ocurrió en la mayoría del país. Sin luces que regularan el tráfico, la cordialidad y la negociación se convirtieron en las protagonistas, evitando que sucedieran incidentes graves. La anarquía que se predecía no se materializó, y una calma bien interpretada tomó las calles.

«Instalamos semáforos con la intención de promover un tráfico fluido y aumentar la velocidad, en contraposición a la negociación que en muchos casos resulta ser un obstáculo», comentó Román Torre, miembro del Xixonés de movilidad y autor de diversos artículos sobre movilidad urbana.

En su tweet, Torre se refería a un cruce donde se observa que los vehículos circulan con total fluidez. Por supuesto, esto no se puede comparar con los atascos que existen en la Zona Norte de Madrid, que, en resumen, se encontraron con y sin semáforos. Al final del hilo, Torre indicó que esta puede ser una solución «que no se adapta a todas las circunstancias».

Haga clic en la imagen para ir al tweet original

A pesar de esto, el video demuestra que en muchas ocasiones la circulación es más fluida sin semáforos, y, lo que es aún más interesante, esta opción puede resultar más segura. Ante la ausencia de luces, los conductores se ven obligados a reducir la velocidad al acercarse a un cruce, ya que no cuentan con el respaldo de las luces que normalmente les garantizan un camino libre. Esta moderación en la velocidad minimiza la probabilidad de un choque y también disminuye las consecuencias de un posible incidente.

La DGT proporciona información sobre cómo comportarse en intersecciones sin prioridad de paso. Sin embargo, solo es necesario observar un video grabado recientemente para entender cómo la negociación se establece al dar paso a cada vehículo de manera ordenada, sin que esto ralentice el tráfico.

Este fenómeno ha sido objeto de estudio y aplicación efectiva en los Países Bajos. Por ejemplo, en Alexanderplein en el centro de Ámsterdam. Allí, tras haber realizado diversos estudios, se optó por eliminar los semáforos, lo que resultó en una mejora significativa en la fluidez del tráfico, incluso en una zona transitada por ciclistas y tranvías. La clave radica en la observación y anticipación del comportamiento de los demás actores en la vía.

Un enfoque similar se aplica en Groningen, donde se ha promovido el uso de «todo verde» para ciclistas en 29 intersecciones de la ciudad. Al cerrar el tráfico de automóviles por unos segundos, se ha observado que las bicicletas circulan más fluidamente. Esto también se debe a la reducción de la velocidad, lo que facilita la toma de decisiones rápidas en un espacio reducido y, por ende, la fluidez al seleccionar direcciones distintas.

Este caos estructurado ocurre porque todos los implicados operan “como si fuéramos peatones”, según las palabras de Ford, quien propuso hace algún tiempo una solución para permitir la comunicación entre vehículos, eliminando así la necesidad de semáforos y las esperas innecesarias. Sin luces que regulen el tráfico, se asegura que los automóviles autónomos puedan operar con total tranquilidad, al reducir la velocidad a medida que se acercan a intersecciones, garantizando movimientos más seguros.

Lo interesante es que lo que experimentamos los humanos en aquel día crítico —como Torre detalla en Migijón— muestra que la ausencia de semáforos hace que los conductores asuman más responsabilidad al cruzar intersecciones en lugar de simplemente «obedecer» las luces verdes o rojas. Esto minimiza la trompetilla asociada a detenerse, acelerar y volver a detenerse en el siguiente cruce. Sin semáforos, aunque el automóvil se detiene, los tiempos de espera se acortan significativamente gracias a la negociación colaborativa entre conductores.

Particularmente, todo este proceso se facilita mediante la reducción de la velocidad al aproximarse a las intersecciones. Sin semáforos, el conductor tiene que circular a una velocidad menor, lo cual reduce notablemente las paradas bruscas. Hay mayor tiempo de reacción, lo que facilita la adaptación de la velocidad y la sincronización con el flujo del tráfico de otros vehículos, ciclistas o peatones.

Un ejemplo revelador sobre cómo la reducción de la velocidad puede significar un avance en la fluidez del tráfico proviene de investigaciones realizadas por universidades japonesas. Estas demostraron que, al circular a una velocidad constante, el frenado de un solo vehículo se traduce en un efecto dominó que puede generar congestiones. Mantener una velocidad más baja (y guardar una distancia segura) ayuda a mantener una circulación más fluida, dado que se brinda más tiempo para adaptarse al tráfico, especialmente si surgen eventos imprevistos. Así, las paradas son menos frecuentes y más breves.

Foto |

En | Cruzar un paso peatonal en una PAU se ha convertido en un deporte de riesgo. Hasta que llegaron los ladrillos.

About Author

Redactor Andino