El Camino Bermejo, de Héctor Villalobos | OPINIÓN – El diario andino
Esto no es terrenal. Tampoco es una tontería democrática. Mucho menos lo es el cumplimiento de la ley. Los antecedentes de Guillermo Bermejo ya se conocían desde hacía años. La condena a 15 años de prisión por vínculos con Sendero Luminoso no hace más que confirmar lo que habían revelado diversas investigaciones periodísticas.
Que un material inculcado por la organización terrorista en sus campamentos en la selva haya podido llegar al Congreso utilizando las reglas de la democracia es una ironía irónica. Una persona que mostró su desprecio por la institución -y asociada a un grupo decidido a destruirla- utilizó sus reglas para infiltrarse en ella.
Guillermo Bermejo llegó al Congreso con Perú Libre, el partido del refugiado Vladimir Cerrón, que también sirvió de plataforma para llevar al poder a Pedro Castillo y Dina Boluarte. Hoy integra una clase con un nombre kilométrico y fue precandidato a la Presidencia de la República en la coalición de su partido Voces del Pueblo y Nuevo Perú de Verónica Mendoza. Esta última ha mostrado una marcada tendencia en su carrera política a asociarse con personajes turbios mientras predicaba la decencia.
Que una persona como Bermejo tenga aspiraciones presidenciales es parte del juego democrático. Lo aterrador es que hay gente que lo considera una buena alternativa para el Salón de Gobierno. El veredicto en su contra es impactante: el «Che» estuvo en el campamento de Sendero Luminoso de 2008 a 2009, no sólo para ser adoctrinado y mantener reuniones con Quispe Palomino, sino también para recibir instrucciones de contactar con otros grupos terroristas internacionales. Según orden judicial, pertenecía y se desempeñaba como operador de Sendero Luminoso.
Hoy, sus desacreditados aliados corean «persecución política» y «terruqueo». De hecho, intentan hacernos creer que el campo terrorista del Vraem era un refugio espiritual.


