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Política

Alfonso Baella Matto: “La pandemia fue un asunto muy político en el que se buscó resaltar egos” | POLITICA – El diario andino

Alfonso Baella Matto: “La pandemia fue un asunto muy político en el que se buscó resaltar egos” | POLITICA – El diario andino
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— Un precario sistema de salud o un conjunto de malas decisiones políticas, ¿qué fue lo que llevó finalmente al Perú a una crisis pandémica como la que vivimos?

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Esa es una gran disyuntiva, y es a la que entran todos los peruanos cuando tratan de analizar qué es lo que ocurrió. El sector salud, en el Perú, ha sido históricamente precario, frágil, limitado. Y eso lo hemos visto en las pandemias del siglo XX, incluso XIX: la peste bubónica, la fiebre amarilla, la malaria; incluso el dengue y enfermedades crónicas como el cáncer o tuberculosis. Al ver la forma en la que operó el sector salud, nos damos cuenta de que, realmente, la pandemia no nos reveló algo nuevo. (…) Sin embargo, cuando revisamos una comparación a nivel regional, no hemos tenido el peor sector salud en el mundo. Pero sí tuvimos las peores cifras. Eso solo nos puede llevar a revisar de forma responsable y objetiva las políticas públicas que se institucionalizaron como respuesta a la pandemia. Y me refiero al uso de pruebas rápidas, las salidas por sexos o por horarios, la escasez de oxígeno por una limitante de pureza absurda y una cuarentena prolongada de una forma excesiva. El Perú toma la ruta opuesta al resto del mundo; y tiene las peores cifras del mundo.

— Entonces, si la pandemia no nos reveló nada nuevo, ¿qué sí…?

Sí nos reveló una crisis moral y ética muy grande dentro de nuestra sociedad. Hemos visto todos (y sido testigos) de políticos que utilizaron esta crisis sanitaria, esta crisis mortal, para construir imágenes políticas y reputaciones profesionales, cuando lo que estaba ocurriendo era fallarle a la población de la forma más abismal posible. Y también cómo distintos empresarios han lucrado de forma desmedida con la pandemia. Cuando analizamos eso, y nos damos cuenta de que en ninguna de las ocasiones ha sido en pro de la ciudadanía o las personas, nos damos cuenta que lo que hubo fue un egoísmo, una intención por beneficiarse y salvarse a sí mismos —en el caso de Martín Vizcarra, en el “Vacunagate”— y dejar que las personas queden a su merced. Eso lo vimos en las colas tan grandes que hacían las personas por conseguir un balón de oxígeno, por vacunarse, por conseguir una prueba molecular, por acceder a una cama en hospitales.

“Es necesario reabrir el capítulo y encontrar cuáles fueron los errores que cometimos”, comenta Baella Matto. (Foto: Fernando Sangama / @photo.gec)

/ Fernando Sangama

— Tras tu investigación, ¿se pudo evitar miles de muertes solo con decisión política?

Es posible analizar la compra de pruebas rápidas como una afectación directa a la población. Porque lo que se hizo con las pruebas rápidas —y hay que entenderlo de esa forma— no fue solamente la compra, sino también el método de uso. ¿Y a qué me refiero? Personas que estaban con el virus activo se hicieron una prueba rápida para detectarlo y, por obvios motivos —porque la prueba rápida es una prueba de anticuerpos, no detecta el virus activo—, sus resultados salían negativos. Luego esto iban a los hospitales donde la intransigencia de los protocolos del Minsa era tan grande que no les permitía acceder a ayuda médica. ¿Cuánta gente ha fallecido porque las pruebas arrojaban negativo? ¿Cuánta gente ha muerto porque no se decidió cambiar a tiempo la normativa del oxígeno? ¿Cuánta gente falleció porque se decidió institucionalizar un requisito de uso de mascarillas de tela, que era incorrecto? ¿Cuánta gente ha muerto por la falta de implementación de servicios por parte del Estado? Entonces, sí creo que las decisiones políticas —y muchas veces las omisiones— han costado muchísimas vidas. Y uno puede compararlo a nivel mundial y decir: “Bueno, todos cometieron errores y han costado vidas”. Claro. Pero ningún país tuvo las cifras que hemos tenido nosotros, que son escandalosamente superiores a las del resto del mundo. Entonces, ahí definitivamente hay un mea culpa que debe hacerse.

— Específicamente, ¿de qué cifras estamos hablando?

Las cifras de mortalidad y las cifras de recesión económica. El Perú tuvo la mortalidad más alta en el mundo producto del COVID-19 y tuvo la recesión económica más dura, en base a nuestro PBI, en toda América Latina. Esas cifras nos posicionan como el país más afectado en los dos aspectos: tanto en muertes como en pérdidas económicas. Y las cifras no son superiores por un punto o por dos: somos el país que tiene el puesto número uno en el ranking mundial de muertes por COVID-19, con una brecha bastante alta. La situación del Perú es crítica y solo se explica cuando uno analiza a profundidad qué es lo que ha ocurrido con el manejo propio de la pandemia.

—¿Qué responsables políticos directamente tú has ubicado luego de tu investigación?

Los principales responsables son los que tomaron las decisiones de primer impacto. Y con eso me refiero al gobierno de Martín Vizcarra y al primer gabinete de Vicente Zeballos, que es el que toma las riendas un poco de la pandemia y que define cómo va a ser la respuesta del Perú frente al virus durante los primeros cinco o seis meses. Fueron meses críticos, porque fue entonces cuando se implementaron estrategias, se instituyeron respuestas y normas que terminaron por ser perjudiciales. Y fue un gabinete, además, muy ideologizado, porque tomó decisiones antitécnicas y adoptó la perjudicial postura de no aceptar y ser muy reacio a la ayuda del sector privado. Eso fue una desconexión con el aspecto más propio de nuestra sociedad; y fue fatal.

— ¿De alguna manera se politizó la pandemia al inicio?

Por supuesto. No solo al inicio, yo creo que hasta el final. La pandemia ha sido un asunto muy político, en el que se ha buscado —más allá del bienestar de las personas— resaltar un poco las imágenes y los egos políticos. Mostrar a ciertos funcionarios como héroes y levantar estatuas de barro.

— Específicamente, te refieres a Martín Vizcarra o también incluirías a los otros gobiernos…

Los principales son Martín Vizcarra, Víctor Zamora y María Antonieta Alva, que notablemente eran puestos en pedestales y tratados como los eruditos que nos iban a llevar hacia el lugar más propicio para para enfrentar la pandemia. Y lo cierto es que no fue así.

— En tu libro hablas de 10 “decisiones fatales”. ¿Hay alguna que tuvo un impacto más devastador que las otras?

Creo que la más dura, por el aspecto mismo de la normativa, es el asunto del oxígeno. Ha sido fatal. Las personas fallecieron en las veredas, en las calles, haciendo cola por balones de oxígeno que es una necesidad básica del ser humano. El oxígeno es aire que debía entrar por los pulmones de las personas, y no fue posible proveerles ni garantizarles este servicio por parte del Estado. Entonces, suena —y se ve— fatal cuando uno recuerda no solo lo vivido, sino también, a través de imágenes y videos, esas amanecidas masivas de personas haciendo cola para pagar precios inflados por balones de oxígeno, tratar de conseguir aunque sea un concentrador para poder respirar. Algo elemental para el cuerpo, para el ser humano. Es una situación fatal. Y nunca llegó a esclarecerse.

“Nunca habíamos visto más de 220 mil muertos en una sola catástrofe. Incluso si comparamos la Guerra del Pacífico, la Independencia, el terrorismo”. (Foto: Fernando Sangama / @photo.gec)

/ Fernando Sangama

— Estamos hablando de la concentración del oxígeno, se requería que esté al 99%…

Así es. Recordemos que durante la pandemia se mantuvo una norma que estaba vigente desde el 2010, que era la necesidad de que el oxígeno en el Perú esté concentrado hasta el 99%. Algo que era absurdo, porque ningún país en el mundo lo tenía concentrado hasta ese nivel. Y fue una normativa que fue parte de una sugerencia de la OMS en el 2010, pero que lo que hizo en realidad fue concentrar el mercado a solamente dos empresas. Lo que hizo en realidad fue crear un duopolio del oxígeno en el Perú, y ese duopolio se vio rebasado cuando llegó la pandemia. Y esa normativa no fue derogada para que más personas puedan proveer y producir oxígeno masivo para las personas que lo necesitaban. Sino que se mantuvo hasta julio, oficialmente. Pero recién en el Petitorio Nacional de Medicamentos, que era donde tenía que cambiar la normativa, se mantuvo hasta octubre. O sea que, en la práctica, la norma se mantuvo hasta octubre. Ya estábamos en el octavo o noveno mes de la pandemia, y las personas, hasta ese momento, tuvieron un millón y medio de dificultades para conseguir algo tan elemental como es el aire en los pulmones.

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— Ahora, ¿qué otros factores dirías, además del oxígeno, que confluyeron para que la crisis se desate?

Creo que la imposición de la cuarentena obligatoria. (…) La cuarentena prolongada fue una situación anómala, porque fuimos el país –junto con Argentina– que tuvo la cuarentena más larga del mundo. Argentina tuvo la más larga oficialmente, a través de decretos y otras soluciones, pero el Perú tuvo la más rígida. Entonces, entendemos ahí que hubo un sinsentido, y hubo un intento improvisado por mantener a la gente recluida y, de esa forma, tratar de controlar el virus. Pero lo que realmente se tenía que hacer –que era crear un cerco epidemiológico con las pruebas– no se podía hacer, porque el Perú había comprado una desproporción de pruebas rápidas y muy pocas pruebas moleculares. Y ahí nos adentramos a otro problema más, que fue la compra de pruebas rápidas. Yo creo que la compra de pruebas rápidas fue realmente mortal, porque era imposible detectar el virus activo. La prueba rápida es, en realidad, una prueba de anticuerpos, lo que hace es reconocer las partículas que bota el cuerpo cuando ya peleó el sistema inmune contra el virus. Entonces, cuando una persona tenía el virus activo, no iba a poder dar positivo a una prueba rápida, porque la prueba rápida no estaba creada para eso. Sin embargo, el señor Víctor Zamora insistió en que esto se trate de esta manera, en la metodología de uso. Ahí nos damos cuenta –como te decía– que existen dos aristas en el tema de las pruebas rápidas. Una es la compra, que fue cuestionada incluso por Contraloría. Pero otra es el método de uso de las pruebas: usarlas masivamente como si fuesen equivalentes –y estas son palabras exactas de Zamora– a las pruebas moleculares, cuando no lo eran. Eran pruebas muy distintas. Y el gobierno lo que hizo –como yo interpreto, y son incluso palabras de funcionarios de la Presidencia del Consejo de Ministros y de la Secretaría de Presidencia– fue utilizar esta mezcla de pruebas para generar números en cuanto a pruebas diarias. Porque recordemos que, durante el 2020, se consideraba un éxito que el país tuviera una cantidad de pruebas diarias hechas mayor que otros países, etcétera. Pero se mezcló el uso de las pruebas rápidas con el de las pruebas moleculares. Y se botó una cifra gigante de pruebas y testeos diarios. Y eso se construyó con el propósito de crear una imagen presidencial exitosa.

— ¿Por qué escribir sobre un virus que ya, luego de más de cinco años, parece quizá hasta olvidado entre la población?

Lo que hace el libro –más allá de mostrar cifras y la forma en la que el Perú reaccionó, etc.– es analizar un sector del panorama político que, al día de hoy, no ha mejorado. Y eso es una situación fundamental que debe instituirse en la psicología de todos los peruanos. Cómo es posible que, a pesar de haber vivido una de las crisis más duras y violentas de la historia republicana del Perú, no hayamos utilizado esto para cambiar como sociedad, para generar grandes reformas y grandes cambios. Y hay un cuestionamiento también muy válido: ¿a dónde fue todo el dinero que gastamos? Si al día de hoy, quizá estamos igual o peor. Como sociedad, resulta lógico que tratemos de olvidar, de pasar un poco la página de ese oscuro capítulo que todos vivimos. Porque, al final del día, todos hemos perdido algo en la pandemia. Todos queremos un poco olvidar y cambiar el canal sobre el tema pandémico. Pero hay una lección que todavía nos falta aprender ahí. Y hay una situación política que todavía no termina por cerrarse. Es una herida muy grande que sigue presente.

— Estadísticamente, ¿el COVID-19 ha sido la peor catástrofe que ha enfrentado el Perú?

Por supuesto. Nunca habíamos visto más de 220,000 muertos en una sola catástrofe. Y ha sido una crisis sanitaria en niveles históricos. Te digo, si comparamos la guerra del Pacífico, la independencia, el terrorismo, incluso las otras situaciones sanitarias.

— En toda la trama pandémica que golpeó a los peruanos, ¿dónde ubicarías la vacunación irregular que se efectuó Martín Vizcarra, tanto para él como para sus más cercanos?

Creo que fue una forma de revelarnos, realmente, cómo pensaba Martín Vizcarra. Y por quién estaba apostando: solo por él. Recordemos que, cuando ocurre la vacunación a escondidas de Martín Vizcarra, se estaba también dando en sincronía, y al mismo tiempo, la detención de Karem Roca, Richard Swing y Miriam Morales, que era su círculo de confianza más cercano. Entonces, en el momento en el que ellos estaban siendo detenidos —producto de los audios del Ministerio de Cultura, que fue un gran escándalo en 2020— él estaba vacunándose con su esposa, a escondidas. Y cuando se revela la vacunación, que fue todavía en febrero de 2021, ya sabíamos lo que había expuesto Francisco Sagasti en diciembre de 2020: que, a pesar de los ensayos clínicos y a pesar de todo, el gobierno de Martín Vizcarra no había dejado ningún contrato, ningún adelanto de pago, ninguna firma, ninguna coordinación ya concluida con algún laboratorio. Ni siquiera con Sinopharm. Entonces, creo que lo que nos revela el “Vacunagate” y esta situación escandalosa, es que el presidente, todo el tiempo, estuvo velando por sí mismo.

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Redactor Andino