el «chapoteo de montaña» que los sigue – El diario andino


Dice el proverbio que las desgracias nunca vienen solas. En Ourense lo están demostrando de la peor de las maneras. En verano había pueblos allí que tenían que hacer frente a incendios forestales que devoraban hectáreas, quemaban árboles, arrasaban granjas e incluso (en algunos casos) destrozaban casas. Ahora esas mismas localidades están con la ‘resaca’ del fuego: toneladas de cenizas y restos carbonizados que la lluvia arrastra cuesta abajo formando un lodo oscuro que amenaza (o ya está afectando) a los ríos y a los suministros de agua.
Hay quienes incluso hablan de «chapote de montaña»en referencia a otro lamentable episodio que le tocó vivir a Galicia, hace años, por cuenta del Prestige.
¿Qué ha pasado? Que los vecinos de la provincia de Ourense que sufrieron incendios forestales este verano se han encontrado con un nuevo problema, heredado de aquellos incendios y que (lamentan) ninguna institución ha podido atajar a tiempo: la ceniza. Durante los últimos meses, repuesto en lluviasNo fueron un gran problema, pero las cosas han cambiado con las tormentas y aguaceros. Lo que antes eran cenizas, ramas y troncos carbonizados ahora es una amenaza.
Lo más curioso (o trágico) es que si los incendios forestales no son una novedad en Galicia, ellos tampoco los problemas generados por sus cenizas y sedimentos.
¿Por qué es eso? Porque las lluvias arrastran este «patrimonio» carbonizado, creando lodos y una amenaza para los ríos y manantiales de los que se abastecen las ciudades. lo describí gráficamente hace unos días el alcalde de O Barco de Valdeorras, Aurentino Alonso, al hablar de la situación del río Sil: «El chocolate puro está bajando».
la semana pasada cuando habló con Europa PressEl núcleo de su localidad estaba resistiendo la situación porque recurre a una fuente de agua que no se vio afectada por el incendio. Eso no significa que esté tranquilo. Ni él ni el resto de vecinos.
Si en algún momento falla ese suministro de agua, tendrán que bombear desde el Sil, río que, recuerda Alonso, se ha visto afectado aguas arriba por los incendios. «Tendríamos un gran problema si el reclutamiento fracasa». En otras partes de la región la situación es aún peor. La semana pasada el concejal de O Barco aseguró que allí ya hay varios centros que sufren «problemas» porque no están conectados a la red urbana y se abastecen directamente de los arroyos.
¿Hay más afectados? Sí. En Vilamartin de Valdeorras Informan de un problema similar. Su alcalde, Enrique Barreiro, explica que luego de las lluvias de las últimas semanas hay zonas del municipio que han quedado sin agua por dos, tres y hasta cuatro horas. Cuando vuelve la oferta, lo hace también en condiciones que complican su uso doméstico. Básicamente, la misma preocupación: cómo afectan los arrastres a la oferta o incluso el riesgo de que provoquen colapsos.
«Tenemos miedo de lo que pueda pasar con los cauces de los ríos, que no estarán preparados para soportar la cantidad de agua que bajará por los barrancos», advierte el alcalde. La situación también se sigue con expectación desde otros puntos, como la vecina A Gudiña y otras localidades que ya han movido ficha.
¿Y cómo responden? El primer concejal de Chandrexa de Queixa explica, por ejemplo, que se han corregido manantiales y colocado «vallas de paja» para que, en el caso de que las lluvias se lleven restos de incendios forestales, no lleguen a los manantiales. No es tanto que haya problemas con el agua sino más bien una cuestión de precaución. «Tenemos que prevenirlo antes de que suceda, puede suceder».
Por el mismo motivo, el Ayuntamiento ha decidido almacenar 2.000 botellas de agua de dos litros y en O Barco de Valdeorras ha ofrecido a los vecinos fuentes y cajones con grifos, además de movilizar furgonetas con garrafas.
En A Gudiña también aclaran que están controlando constantemente el suministro, con análisis «mañana y tarde» para asegurar que si en algún momento el agua presenta «alguna turbiedad» se pueda trasladar desde los manantiales a bombeos desde pozos. Es preocupante el efecto de los rastros de cenizas y barro que arrastran las lluvias, el «chapapote de monte», como lo llamó la Plataforma por una Montaña con Futuro de Galicia. un informe publicado recientemente por el pais.
En él dice, por ejemplo, que hay pueblos que han visto como su suministro de agua no es potable desde hace días. O que en A Rúa se están repartiendo botellas y se ha habilitado un pabellón para que las familias afectadas puedan ducharse.
¿Por qué no se ha planificado? Esa es la clave. Los concejales no sólo explican qué están haciendo para afrontar la situación. Alguno se arrepienten también que la Xunta de Galicia y la Confederación Hidrográfica del Miño-Sil están haciendo una pequeña parte de «lo que deben» y echan de menos una mayor y mejor coordinación entre administraciones para afrontar temas como el suministro o los colapsos. Tanto el gobierno regional como el estatal defienden que no se han quedado de brazos cruzados, movilizando brigadas y repartiendo paja para evitar arrastres.
Sin embargo, en el fondo hay una intersección de competencias. Como se relaciona el paisLa Xunta alega que la protección de los ríos depende del Gobierno central. Sin embargo, la Confederación Hidrográfica del Miño-Sil responde que no puede actuar en las montañas del entorno. El motivo: pisarían una competición que está en manos de la Xunta. La organización recuerda que existen otras competencias, relacionadas con el suministro, que dependen de las administraciones locales o de la Xunta.
¿Es eso un problema? Sin duda ha dado lugar a una pelea política, como lo dejó claro El dirigente gallego, Alfonso Rueda, acusó ayer a las organizaciones que dependen de Madrid de ser «especialmente lentas» a la hora de «reaccionar» para «prevenir daños». «Nosotros ayudaremos y actuaremos, pero cada uno tiene que cumplir con sus obligaciones y la Xunta lo está haciendo». Rueda insiste.
Mientras tanto, los ambientalistas advertir del riesgo que supone la pesca de arrastre en zonas quemadas por el incendio: «El chapoteo de la montaña baja, ensuciando los manantiales y ecosistemas fluviales; llegará a la desembocadura del Miño y las ‘corrientes navideñas’ extenderán la contaminación por las rías y el Atlántico».
Imágenes | Xunta de Galicia 1 y 2
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