El «laboratorio» geopolítico de China en el antiguo «patio trasero» de Washington – El diario andino
 
									La creciente influencia institucional y económica de China en América Latina marca un punto de inflexión en las relaciones internacionales, consolidando a Beijing como un socio estratégico y alternativo para el desarrollo regional, desafiando abiertamente la tradicional primacía de Estados Unidos.
A principios de octubre, una jugada diplomática subrayó la nueva realidad geopolítica de la región: la Comunidad Andina (CAN), integrada por Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú, aprobó la solicitud de China de unirse como país observador.
El Secretario General de la CAN, Embajador Gonzalo Gutiérrez, señaló que este nuevo estatus busca fortalecer las relaciones recíprocas a través de un diálogo político intensificado y una cooperación más profunda. La decisión es particularmente significativa dado que China ya es el principal destino de las exportaciones de la CAN fuera del bloque.
Creciente integración institucional: un socio indispensable
Hoy, los medios rusos señalan que, además del comercio, la inclusión de China en la CAN es un paso importante en la estrategia diplomática Sur-Sur de Beijing. China ya tiene estatus o membresía en nueve organizaciones latinoamericanas, lo que le da una voz directa en la configuración de agendas, reglas comerciales y prioridades de desarrollo dentro de la región.
Según análisis de los medios internacionales, China ve a América Latina no sólo como un mercado, sino también como un «laboratorio político» para probar un modelo alternativo de adhesión a las potencias occidentales. Este modelo se proyecta como cooperativo y no intervencionista, una narrativa que resuena en las capitales latinoamericanas que buscan una mayor autonomía.
El Foro China-CELAC es el eje central de esta relación, que va más allá de las líneas de crédito y las exportaciones, abarcando incluso la lucha contra la corrupción y la cooperación judicial.
Contraste con Washington: pragmático versus coercitivo
La estrategia de China contrasta marcadamente con la política estadounidense, que a menudo se considera una presión cada vez mayor para alinear a los gobiernos regionales con sus intereses de seguridad, evocando una especie de «Doctrina Monroe revivida».
modelo chino: Es más coherente y pragmático, centrado en la Iniciativa de la Franja y la Ruta (con 24 países socios en la región) y un modelo de negociación que ofrece financiación rápida, condiciones limitadas y resultados tangibles. Muchos gobiernos latinoamericanos consideran que este enfoque está más acorde con sus objetivos inmediatos de desarrollo.
El dilema de Washington: Los intentos estadounidenses de coerción (aranceles, sanciones) fueron a menudo contraproducentes, acelerando la búsqueda de la independencia y, paradójicamente, la penetración en China. Existe gran preocupación en Washington ante la posibilidad de que China se consolide como un actor clave en la solución de los problemas regionales.
Magnitud y riesgos de impacto
La magnitud de la influencia de China es innegable: con 520 mil millones de dólares en 2024, China es el segundo socio comercial más importante de América Latina y el principal socio de gigantes como Brasil, Chile, Perú y Uruguay.
La expansión de Beijing va más allá de lo económico y abarca:
• Seguridad y defensa: venta de armas y entrenamiento militar.
• Tecnología espacial: Instalación de estaciones terrestres y Foro de Cooperación Espacial China-CELAC.
Esta dinámica, si bien ofrece estabilidad fiscal y acceso a mercados, también trae consigo riesgos para la región, como una mayor competencia de productos chinos y la continuidad del modelo exportador de materias primas (como el litio y el cobre, recursos de interés estratégico en las subregiones).
En esencia, el estatus de observador en la CAN simboliza la normalización de la participación china en las instituciones internas latinoamericanas. Esto le da a China acceso a regiones ricas en recursos y la oportunidad de dar forma a estándares, al tiempo que permite a los países andinos posicionarse como actores autónomos con la capacidad de colaborar con múltiples socios. América Latina ya no es un «patio trasero» y está cada vez más posicionada entre los dos polos del poder global.



 
             
             
		 
		