El niño que el vecindario cuidó – El diario andino

Percy creció en un vecindario donde la noche olía a humo y cerveza, donde los silencios fueron interrumpidos por sirenas o gritos. En el bloque, sus amigos de la infancia, aquellos con quienes jugó una vez en la acera con botellas de plástico como arcos, comenzaron a desviarse. Algunos dejaron la escuela, otros se hundieron en las esquinas con un cigarro barato o un vaso de ron. Hubo violencia, hubo rencor, hubo una corta vida esperándolos.
Pero con Percy, todo era diferente. Era el mejor con la pelota en sus pies. Tenía algo que el vecindario reconoció como un tesoro: el talento. Y ese talento, de alguna manera, lo protegió.
– «No. Percy y lo tocaron» – sus amigos dijeron cuando alguien intentó arrastrarlo a una fiesta al amanecer o una mala decisión. Percy era su esperanza, la promesa de que uno de ellos podría salir del vecindario a través de la gran puerta, con una camisa y no con un registro policial.
Entró en las divisiones menores de un gran club, con zapatos rotos y un sueño intacto. Conoció a los maestros que le enseñaron más que tácticas: se le enseñó a creer en él. Vivió en la residencia del club, lejos de su familia, y aprendió que el fútbol es más que talento: es disciplina, paciencia y dolor silencioso en cada otoño.
Debutó en la primera división, aunque quedarse allí fue un desafío mayor que cualquier defensa rival. Pasó por el segundo profesional, en las canchas de la Tierra en la Copa Perú, para viajes interminables en autobuses y noches sin luz en agua caliente sin agua caliente. No fue fácil, pero cada juego fue un recordatorio de que todavía estaba vivo, lejos de los rincones del vecindario.
Con el tiempo, Percy entendió que la vida no se juega en un solo campeonato. Mientras que algunos colegas se perdieron en promesas no cumplidas, estudió para ser entrenador. Hoy es parte del personal técnico profesional del club que lo formó, volviendo al fútbol todo lo que el fútbol le dio. No solo cambia toda su experiencia en los jugadores del primer equipo; Desde su posición también forma personas, porque sabe que, a veces, la pelota es la única clave capaz de abrir una vida diferente.
«Un vecindario no se mide por sus calles, sino por los sueños que puede cuidar», dice Percy cuando se le pregunta sobre su historia. Y en su voz hay gratitud. Porque si el fútbol lo salvaba, era porque un vecindario, con todas sus sombras, lo eligió como su luz.