Europa lleva tres años trabajando para aislarse del gas ruso. Dos países han decidido construir un gasoducto directo a Rusia – El diario andino



El mapa energético europeo está cambiando a una velocidad que pocos habrían imaginado hace apenas tres años. Los viejos gasoductos que unían Siberia con el corazón industrial de la UE han quedado marginados, mientras nuevas rutas y alianzas reconfiguran el cuadro de poder en torno al gas. El viejo continente proclama su propósito de aislar a Moscú, pero en el centro del continente se dibuja una excepción que altera el guión previsto y que puede cambiar el equilibrio de fuerzas en los próximos inviernos.
Un mapa en transformación. Sí, el mapa del gas europeo ha cambiado radicalmente en unos años, hasta el punto de que este invierno de 2025 es el primero en décadas en el que el gas ruso deja de ser decisivo en toda la Unión Europea. Tras la invasión de Ucrania en 2022 y la crisis energética que estalló entre 2021 y 2023, Bruselas instado urgentemente la diversificación del suministro, apoyándose en las importaciones de gas natural licuado (GNL), especialmente de Estados Unidos y Qatar, y en la fortaleza de Noruega como socio estable.
Los grandes gasoductos que durante medio siglo unieron los campos siberianos con el corazón industrial europeo han sido subutilizadosdañados o reducidos a un papel secundario, a medida que la seguridad energética avanza hacia el equilibrio mundial del mercado del GNL y hacia la vulnerabilidad de las infraestructuras cada vez más expuestas a ciberataques e incidentes híbridos. En este nuevo tablero cada molécula cuenta, pero no todas pesan lo mismo: hay algunas que definen más que otras la verdadera autonomía europea.
Las dos excepciones. A pesar del deseo declarado de la UE de eliminar las compras a Moscú, dos países han mantenido la válvula abierta: Hungría y Eslovaquia. En agosto de 2025, según el Centro de Investigación sobre Energía y Aire Limpio, ambos aumentaron las importaciones de petróleo crudo y gas rusos en más de 690 millones de euros, es decir, la mayor parte del total europeo.
De hecho, ellos siguen recibiendo petróleo a través del gigantesco oleoducto Druzhba, que cruza Ucrania y Bielorrusia desde los campos rusos hasta Europa Central, y han excepción temporal usada Bruselas concede a los países sin litoral para justificar su dependencia. El contraste es evidente: mientras países como Francia, Países Bajos y Bélgica se han limitado a importar GNL residual ruso, Budapest y Bratislava continúan comprar petróleo crudo y gas directamente desde Moscú, mantenerse vivo la arteria energética que el resto de Europa ha intentado cerrar.
Estados Unidos, Bruselas y la presión. La intransigencia de Viktor Orbán y Robert Fico no ha pasado desapercibida. En la ONU, Trump acusó a Europa de “financiar la guerra contra sí mismo” y señaló con nombre propio a los socios centroeuropeos que hacen negocios con el Kremlin.
Bruselas, por su parte, debatir sanciones creciente: el decimonoveno paquete incluía una prohibición del GNL ruso a partir de 2026 y restricciones a gigantes como Rosneft o Gazprom Neft, aunque evitó imponer vetos inmediatos al crudo y al gas por gasoducto, por temor a un choque frontal con Budapest y Bratislava. Sin embargo, la Comisión ya está preparando aranceles específicos contra las importaciones que aún están Llegan a través de Druzhba.y exige a todos los Estados miembros que presenten planes de desconexión antes de 2027el año en el que se espera el corte final.
El discurso de la dependencia. Hungría insiste en que su economía caería un 4% inmediatamente si estuvieran cerrados flujos rusosy tanto Orbán como Fico hablan de “suicidio económico” e “imposiciones ideológicas” desde Bruselas. Sin embargo, expertos y analistas desmantelar muchos de estos argumentos: la geografía no es excusa en un mercado europeo integrado donde otros países igualmente sin salida al mar, como Austria o la República Checa, han reducido reducir drásticamente sus importaciones rusas.
Infraestructuras alternativas hay. El oleoducto Adria, que conecta con el Adriático en Croacia, podría suministrar suficiente petróleo crudo a Hungría y Eslovaquia, aunque la fiabilidad de sus pruebas de capacidad es discutible. La propia petrolera croata JANAF asegura que puede suministrar a ambas refinerías (Százhalombatta en Hungría y Slovnaft en Bratislava) hasta 12,9 millones de toneladas al año. En el sector del gas, las interconexiones con los países vecinos y la abundancia esperada de GNL después de 2026 sugieren que cortar los flujos rusos sería más político que técnico.
Política, beneficios y una sombra. La terquedad de Budapest también tiene una dimensión política y económica interna. La empresa MOL, cercana al Gobierno de Orbán y propietaria de la refinería eslovaca, ha cosechado enormes beneficios gracias a la diferencia de precio entre el crudo de los Urales rusos y el Brent, que ha permitido ingresos extraordinarios tanto para la compañía como para el propio presupuesto estatal a través de impuestos.
Paralelamente, el discurso del Ejecutivo húngaro asocia la continuidad del suministro ruso con estabilidad de su programa estrella de subvenciones en las facturas energéticas de los hogares, a pesar de que los precios que paga Budapest por el gas ruso siguen las mismas referencias internacionales que para el resto de Europa. En Eslovaquia, Fico también protege contratos con gazprom válido hasta 2034, aunque la propia empresa nacional SPP tiene acuerdos flexibles con grandes empresas occidentales que permitirían cubrir la demanda sin Moscú.
El nuevo eje del Mar Negro. Sea como fuere, lo más revelador del nuevo mapa energético es que Hungría y Eslovaquia no sólo se resisten a cortar los gasoductos rusos heredados de la Guerra Fría, sino que apuestan por nuevas conexiones. La ruta que llega por el TurkStream y entra desde Türkiye hacia Europa central a través del Mar Negro consolida una enlace directo con Moscú al mismo tiempo que Bruselas busca aislarlo.
Paradójicamente, los dos países de Europa Central se están convirtiendo en los principal corredor ruso hacia el corazón de la UE, un papel que contradice abiertamente la estrategia de autonomía energética y refuerza la dependencia estructural de un socio considerado hostil.
Europa se contradice. El dilema es obvio. La Unión Europea proclama su propósito de terminar con las importaciones rusas en sólo dos años, pero al mismo tiempo tolera excepciones que alimentan al Kremlin y ofrecen a Putin la esperanza de volver a ser indispensable para el mercado europeo. Hungría y Eslovaquia actuar como grietas en el muro de contención, al tiempo que acusa a Bruselas de “imperialismo” y sostiene que cortar el gas y el petróleo rusos dañaría a Europa más que a Moscú.
La realidad indica que hay alternativas técnicas y que la negativa es, en gran medida, política. La paradoja es que, en su intento por asegurar el suministro, ambos países han acabado construyendo un puente energético a través del Mar Negro que une directamente a la UE con Rusia, justo en el momento en que el continente proclamaba que quería aislarla.
Imagen | Mariano Mantel, Eklipx
En | El Reino Unido necesita calefacción más barata, por lo que está reemplazando las calderas de gas por servidores Raspberry Pi
En | El plan silencioso de Pekín: dejar de importar gas y convertir su subsuelo en la nueva fortaleza energética