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Hace 80 años, la Segunda Guerra Mundial terminó en Europa: ¿Cuál es la nueva dirección del antiguo continente? | MUNDO

Hace 80 años, la Segunda Guerra Mundial terminó en Europa: ¿Cuál es la nueva dirección del antiguo continente? | MUNDO

Ochenta años después de la Segunda Guerra Mundial, los europeos se encuentran mirando hacia atrás, confrontando un pasado que transformó radicalmente el continente y dio forma a sus vidas de múltiples maneras. Este aniversario llega en un momento de profunda reflexión, con preguntas inquietantes sobre lo que depara el futuro a la Unión Europea, un bloque concebido en las ruinas de dicha guerra, en un clima mundial que se redefine por nuevos conflictos y la reconfiguración de la Junta Geopolítica Mundial, especialmente con el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca.

Según Enrique Banús, analista internacional y director del Centro Cultural de la Universidad de Piura, «el final de una era en muchos sentidos es ser». Desde la conclusión de la Segunda Guerra Mundial, Europa había establecido un orden donde los principios democráticos y liberales prevalecieron sobre la tiranía y las dictaduras, restringiendo la influencia de discursos extremistas. A la vez, el mundo entró en una era bipolar, donde Estados Unidos y la Unión Soviética se convirtieron en antagonistas, a pesar de haber sido aliados durante la lucha contra el nazismo.

Con la caída del comunismo a finales de los años 80, se inició una nueva fase: Estados Unidos emergió como el poder dominante, mientras Rusia buscaba su nueva identidad en un mundo cambiado. Durante este periodo, Europa occidental, con una Alemania reunificada y liderando la UE, continuó siendo el principal aliado de Washington, integrando a naciones que habían dejado atrás su legado soviético, lo que a su vez debilitó la influencia rusa sobre el continente. Sin embargo, la llegada de Vladimir Putin en el año 2000 significó un cambio de rumbo que trajo de nuevo la tensión geopolítica.

La guerra en Ucrania

Indudablemente, la invasión rusa de Ucrania ha marcado un nuevo capítulo crucial para los europeos. Este nuevo conflicto se añade a una larga lista de crisis que incluyen la crisis financiera de 2009, las oleadas migratorias procedentes de África y Medio Oriente, el terrorismo islamista y la pandemia de Covid-19. En este contexto, los países europeos que se encontraron con el mayor conflicto bélico en sus fronteras desde la Segunda Guerra Mundial, deben reconfigurar su suministro de energía—que tradicionalmente provenía de Rusia—y, junto con Estados Unidos, redirigir recursos económicos y ayuda militar para frenar las ambiciones expansionistas de Moscú, que busca extender su influencia sobre Ucrania, vista como un puente hacia Europa occidental.

El presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, habla con los medios de comunicación en una zona residencial en Kiev, Ucrania, el 25 de abril de 2025, en medio de la invasión rusa. (Foto de Efe/EPA/Stringer)

/ Larguero

Sin embargo, este cambio repentino en el escenario geopolítico coincide con el regreso de Trump a la presidencia de Estados Unidos. El republicano ha optado por ignorar a los líderes europeos, eligiendo en su lugar dialogar directamente con Putin en un intento de negociar un acuerdo que ponga fin a la guerra. A raíz de esto, el bloque europeo se esfuerza por encontrar un rumbo propio en un contexto donde su histórico aliado ya no brinda el mismo apoyo, provocando desconcierto y desconfianza.

El origen de la Unión Europea

El proceso que condujo a la creación de la Unión Europea se remonta a mayo de 1950, cuando Francia propuso un plan para integrar las industrias occidentales de carbón y acero, evitando así que ningún país pudiera producir armas para conflictos, evitando la repetición de lo que se vivió durante la Segunda Guerra Mundial.

A partir de esta idea, en 1952 se fundó la Comunidad del Carbón y del Acero, integrada por países como Francia, Alemania Occidental, Italia, Países Bajos, Bélgica y Luxemburgo.

Banús observa que «hay mucha incertidumbre y mucha perplejidad, porque se pensó durante mucho tiempo que mantener relaciones comerciales positivas con Rusia iba a evitar la escalada, y no sucedió». Ante esta realidad, emerge la necesidad de que Europa retome su defensa, buscando no depender de los Estados Unidos, que tradicionalmente habían garantizado su seguridad desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

La ausencia del liderazgo de Angela Merkel, la canciller alemana que se consolidó como una de las mujeres más influyentes del mundo y que guió a Europa occidental durante su mandato, ha dejado un vacío que la UE todavía no ha sabido llenar. Emmanuel Macron, presidente francés, ha intentado hacerse notar, pero no ha logrado ser la figura central que se necesita. «En tiempos como estos, se exigen líderes fuertes», señala Banús, inapropiado de la situación actual.

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha enfrentado críticas por fomentar un aumento en la interferencia de Bruselas en los asuntos de los estados miembros sin disminuir su abultada burocracia. En este contexto, recientemente anunció un plan para incrementar el presupuesto de defensa en 800 mil millones de euros, una medida necesaria ante la inminente retirada del apoyo militar estadounidense.

De hecho, entre 2021 y 2024, el gasto total en defensa de los Estados miembros de la UE ha aumentado más del 30%. «El desafío de la Unión Europea siempre ha sido cómo mantener un proyecto común con tantos países y visiones diferentes. Ahora este reto se ha intensificado, y será esencial fomentar la flexibilidad, perseverancia y capacidad de negociación para enfocarse en lo que une a la Unión y no en lo que la divide», añade Banús.

Lo cierto es que el reto se acrecienta en un contexto donde la mayoría de los europeos presentan opiniones negativas respecto a la UE, lo que refleja el reciente eurobarómetro. En el año 2000, solo el 19% de los encuestados mostraba una percepción desfavorable del bloque; sin embargo, en 2024, ese número se disparó al 59%.

El alado correcto

En este contexto de nuevos desafíos, Europa ha visto un aumento en el apoyo a discursos de extrema derecha en la última década, en un continente que fue cuna del nazismo y el fascismo. En las elecciones recientes en Alemania, el partido AFD, con un fuerte enfoque nacionalista, anti-europeo y antiinmigrante, se posicionó como la segunda fuerza político del país, levantando interrogantes sobre si realmente se han aprendido las lecciones del pasado.

Los miembros del partido alternativo de extrema derecha para Alemania (AFD) celebran los resultados en las elecciones al Parlamento Europeo. (Foto de Ralf Hirschberger / AFP).

/ Ralf hirschberger

Los gobiernos de tendencia ultraconservadora, como el de Georgia Meloni en Italia y Viktor Orban en Hungría, siguen ganando terreno, mientras que en la mayoría de los países, la socialdemocracia, otro pilar de la política europea, se encuentra en caída libre. La situación plantea desafíos singulares, no solo para la estabilidad política de Europa, sino también para el futuro de la cooperación y la unidad dentro del bloque europeo.

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Redactor Andino