Hemos descubierto el «botón» que activa nuestra hambre. Y es la próxima revolución en medicamentos para bajar de peso. – El diario andino


Dentro de la complejidad molecular que reina en nuestro organismo con el objetivo de controlar todos sus procesos, el peso y el apetito son sin duda uno de los más complicados de mantener bajo control. Ahora, un equipo internacional de científicos ha arrojado luz sobre un mecanismo molecular que actúa como un modulador maestro, cambiando la forma en que nuestro cerebro procesa las señales de hambre y saciedad. Algo que puede dar lugar a nuevos medicamentos como el famoso Ozempic.
El estudio. Publicada en la revista Nature, esta investigación se centra en un actor clave de nuestro metabolismo: el receptor de melanocortina-4 o MCR4. De esta forma, se puede pensar que MCR4 es el “guardián del apetito” porque no es más que una proteína presente en nuestras neuronas que, al activarse, nos indica que estamos saciados y que es momento de quemar energía y reducir la ingesta de alimentos.
Sin embargo, el funcionamiento no es tan sencillo como el interruptor que enciende o apaga la luz de nuestra casa. Aquí es donde entra en juego su socio menos conocido, pero crucial: el Proteína accesoria MRAP2.
El gran cambio. Hasta ahora se sabía que la proteína MRAP2 interactúa con MC4R, pero no se entendían completamente las consecuencias de esta relación. La nueva investigación revela que MRAP2 tiene un efecto drástico sobre el comportamiento del guardián del apetito y aquí es donde entra en juego el papel que puede tener como diana terapéutica.
Lo que se sabía hasta ahora es que los receptores MC4R tienden a agruparse en la superficie de las células, formando «oligómeros» o, para simplificar, trabajando en pares o grupos. Ahora el estudio demuestra que cuando MRAP2 entra en escena, rompe estos enlaces y obliga a los receptores MC4R a actuar como «monómeros», es decir, solos.
A priori, el hecho de pasar de estar emparejado a actuar en solitario puede resultar insignificante, pero las consecuencias que tiene son enormes y modifican por completo la respuesta del receptor ante los estímulos.
Aumenta la señal principal. Este es uno de los efectos causados por la interacción MRAP2 en esta ecuación. En concreto, se ha visto que cuando está en estado monomérico, MC4R se vuelve mucho más eficiente a la hora de activar vías de señalización mediadas por la proteína G. Esto significa que, con la misma cantidad de estímulo (la hormona α-MSHque nos hace sentir saciados), la respuesta de la célula es considerablemente más fuerte.
Cancela la señal de parada. Normalmente, tras la activación, los receptores reclutan una proteína llamada β-arrestina2, que actúa como freno: detiene la señalización y hace que el receptor se internalice, eliminándolo de la superficie celular para «resetear» el sistema. Sorprendentemente, MRAP2 perjudica este proceso. Dificulta el reclutamiento de β-arrestina2, lo que a su vez reduce la internalización del receptor, por lo que sus ligandos pueden unirse a él de una forma mucho más sencilla.
El receptor en primera línea. Al evitar que el receptor ingrese a la célula, MRAP2 permite que MC4R permanezca en la superficie celular por más tiempo, listo para continuar recibiendo señales. Es como mantener a un soldado en el frente de batalla en lugar de enviarlo a descansar.
En resumen, MRAP2 actúa como un «sintonizador» que modifica el receptor MC4R, desviando su función hacia efectos mediados por la proteína G más potentes y sostenidos, al tiempo que desactiva su propio sistema de frenado.
La importancia. Una vez comprendido este proceso pasamos a su importancia en la clínica. Lo primero que se ha visto es que mutaciones en el gen MRAP2 se asocian con casos de obesidad severa en humanos. Este estudio proporciona por primera vez el mecanismo molecular detallado que explica por qué.
En pocas palabras, si MRAP2 no funciona correctamente, el «guardián del apetito» MC4R no recibe ese impulso adicional, volviéndose menos eficiente y contribuyendo a un desequilibrio energético.
Estos hallazgos abren una nueva vía para el desarrollo de fármacos. En lugar de buscar moléculas que simplemente activen o desactiven MC4R, ahora se podría pensar en terapias que modulen la interacción entre MC4R y MRAP2. Podríamos diseñar tratamientos que imiten el efecto de MRAP2 para potenciar la señal de saciedad en personas con obesidad, ofreciendo un enfoque mucho más sofisticado y adaptado a la biología de nuestro cuerpo.
Más drogas. Ahora mismo en el mercado disponemos de diferentes tratamientos que están enfocados a aquellas personas que más problemas tienen para perder peso. Hablamos especialmente de agonistas del GLP-1 como Ozempic o Mounjaro, que han dado buenos resultados. Pero en el horizonte podemos ver que no estarán solos y llegarán muchos otros.
Imágenes | yo yunmai Drew Hays
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