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Ciencia y Técnología

Las tiendas de conveniencia eran un emblema de Japón. Hasta que la crisis demográfica ha revelado el lado oscuro de la apertura 24 horas – El diario andino

Las tiendas de conveniencia eran un emblema de Japón. Hasta que la crisis demográfica ha revelado el lado oscuro de la apertura 24 horas

 – El diario andino

las tiendas conveniencia japonesaconocidos como konbini, no son simples comercios donde se compra comida rápida o productos básicos, son una parte profunda del tejido social del país. Su éxito se mide no sólo en números (más de 55.000 establecimientos repartidos en las 47 prefecturas) sino en la forma en que acompañan la vida cotidiana: permiten pagar facturas, enviar paquetes, imprimir documentos, comprar entradas para espectáculos, resolver imprevistos, refugiarse en caso de emergencia o simplemente tomar un descanso en ellos.

Y ahora que el país no deja de envejecer, las tiendas quedan heridas de muerte.

El konbini. Pensemos que, en barrios urbanos, pueblos rurales o zonas costeras aisladas, estos establecimientos se han convertido la infraestructura minima indispensable donde antes había oficinas de correos, bancos o pequeñas empresas familiares hoy desaparecidas.

La tienda, por tanto, no es solo un negocio: es un espacio seguro, abierto y disponible las 24 horas del día, un punto de apoyo emocional y logístico que ha marcado el ritmo cotidiano japonés y ha cautivado incluso a millones de turistasque encuentran en estos establecimientos una mezcla de eficacia, calidez y rigor estético difícil de replicar.

Eficiencia y expansión. me acordé los tiempos de nueva york en verano que el desarrollo del konbini japonés ha sido el resultado de una evolución de décadas. Desde que abrió el 7-Eleven tu primera tienda En el Japón de 1974, la combinación de horarios ininterrumpidos, alimentos frescos de calidad (onigiri, bentō, fideos, postres de temporada) y servicios integrados hicieron que el modelo un fenómeno único.

Para muchos residentes, estas tiendas son literalmente la tienda más cercana, el cajero automático más accesible, el lugar al que acudir cuando falta algo o sucede algo. La imagen asociada es de precisión: estanterías perfectamente organizadas, máquinas de café impecables, empleados atentos, comida continuamente renovada y sensación de disponibilidad total.

De Japón para el mundo. Este éxito interno se proyectó hacia el exterior, de modo que 7-Eleven, hoy de propiedad japonesa, es la cadena minorista más grande del planeta, y los planes de expansión global apuntan principalmente a américa del norte. El konbini se convirtió en una imagen exportable de Japón: eficiente, amigable y confiable.

El reverso oculto. Pero no todo brilló igual. una pieza del Financial Times ha revelado que detrás de esa fachada de perfección funcional Un sistema de franquicias está sometido a tensiones cada vez más intensas. Japón está envejeciendo, la fuerza laboral se está reduciendo y a las pequeñas empresas les resulta cada vez más difícil contratar personal.

El modelo requiere que las tiendas abran las 24 horas del día, los siete días de la semana, y la presión para no cerrar recae directamente sobre los propietarios. Él El caso de Akiko y su marido, un directivo de 7-Eleven que trabajó sin un día de descanso durante seis meses hasta que se suicidó, revelaron crudamente el precio humano de esta perfección silenciosa.

Y más. No fue un caso aislado: una inspección del trabajo reconoció la relación entre muerte y exceso de trabajo, pero la raíz del problema es estructural. Los franquiciados deben entregar entre 40% y 70% de beneficio bruto a la matriz, lo que reduce su margen y la expone a absorber personal, horas extras y gastos imprevistos. Por tanto, la eficiencia visible tiene un coste invisible.

La crisis del modelo. Ante el problema, las cadenas 7-Eleven, FamilyMart y Lawson lo han intentado flexibilizar los horariosintroducir pagos automáticos, sistemas de pedidos asistido por IA y robots limpieza para reducir la necesidad de mano de obra. Pero ninguna de estas medidas resuelve la ecuación principal: menos trabajadores disponibles y más horarios de apertura sostenidos por menos personas.

El consumo interno tampoco está creciendo como antes, lo que limita la capacidad de los propietarios para aumentar las nóminas. A medida que aumentan los salarios mínimos, los márgenes se estrechan aún más. muchos gerentes ellos trabajan gratis durante decenas de horas para mantener abiertas sus tiendas. Alguno ellos confiesan que, en el estado actual, cerrar sería una opción más racional que seguir funcionando. La fragilidad del sistema se hace así visible: si no hay nuevos franquiciados dispuestos a asumir el control, el modelo puede colapsar.

Adaptación o adiós. La respuesta de las empresas apunta hacia una profunda transformación del modelo. 7-once contratos de estudio renovado a partir de 2027, posiblemente avanzando hacia el modelo de “megafranquicia”, donde un mismo propietario gestiona varias tiendas y distribuye recursos humanos entre ellas.

Sin embargo, esto implica una concentración del negocio y podría desplazar aún más a los pequeños propietarios independientes que históricamente definieron el konbini como un espacio comunitario. La pregunta central es si el konbini seguirá siendo una red capilar conectada al territorio o si se convertirá en un sistema corporativo centralizado, más rentable pero menos cercano.

El gran dilema. Si se quiere, el konbini nació como símbolo de proximidad y servicio sin fricciones, y se convirtió en parte de memoria emocional de Japón: lugares abiertos cuando todo lo demás está cerrado, espacios donde la rutina diaria tiene una pausa amistosa. Pero ese mismo ideal ha sido sostenido durante décadas por personas cuyos esfuerzos se han vuelto invisibles debajo de la superficie de la eficiencia.

Hoy, el sistema enfrenta un límite que no es tecnológico, sino humano. El futuro del konbini dependerá de si Japón consigue reequilibrar el contrato entre la comunidad, la empresa y quienes mantienen las puertas abiertas en cualquier momento, los 365 días del año. Si logra adaptarse sin sacrificar a quienes lo apoyan, seguirá siendo una institución íntima y esencial. Si no, podría convertirse en el emblema de una sociedad que supo cuidar cada detalle… excepto las personas que lo hicieron posible.

Imagen | Pexels, Japónexperta, Shankar S.

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Redactor Andino