Papa a los ojos del Papa Francisco, por el seminario de Diana | Presunción

Enero de 2018 fue un mes crítico para Perú, marcado por el desasosiego y la incertidumbre. En el contexto de las elecciones y las luchas internas del país, la corrupción desatada por Odebrecht comenzó a salir a la luz, mientras la seguridad de los ciudadanos se veía amenazada cada día más. En medio de este panorama, el presidente Pedro Pablo Kuczynski lograba sobrevivir a un eventual cese en su cargo y, para colmo, decidió otorgar un indulto a Alberto Fujimori. Este fue el Perú que el Papa Francisco encontró durante su visita histórica del 18 al 21 de enero de 2018.
La visita del Papa llevaba un lema significativo: «unidos para la esperanza». Este mensaje resonó profundamente entre la población peruana, que anhelaba un liderazgo moral y renovador. El Santo Padre no sólo vino como líder espiritual, sino también como un símbolo de reconciliación y esperanza en un momento turbulento y complicado para la nación.
A pesar de que el Papa partió al finalizar su visita, sus palabras y mensajes permanecen grabados en la memoria colectiva de los peruanos. Con cada año que transcurre, sus enseñanzas todavía resuenan y cobran relevancia.
Es difícil olvidar las palabras directas del Papa sobre la corrupción que afecta a los más altos niveles del gobierno. Francisco no dudó en señalar que la corrupción era una «plaga social» y les recordó a los funcionarios públicos, incluidos el presidente Kuczynski, ministros y parlamentarios, la importancia de ejercer la ética en sus funciones. Para él, “combinado para proteger la esperanza”, planteaba la urgente necesidad de instaurar una cultura de transparencia que incluya no solo al sector público, sino también al sector privado y a organizaciones eclesiásticas.
El Papa también hizo un llamado especial a aquellos en posiciones de liderazgo, instándoles a comprometerse en la construcción de un Perú que sea un espacio de oportunidades y esperanzas para todos. Su mensaje fue claro: hay que trabajar para asegurar que el país no solo sea un lugar de paso, sino un hogar donde todos puedan prosperar.
Al hablar de Trujillo, Francisco advirtió sobre otras tormentas que podían estar en el horizonte y cómo estas afectarían la vida de los niños en la región, un recordatorio de las consecuencias que la inacción y la corrupción pueden tener en las generaciones futuras.
En su despedida en Lima, ante un millón y medio de personas, el Papa enfatizó la necesidad de cuidar la esperanza que había inspirado durante su visita. «No lo robes», exhortó, sugiriendo que el mejor modo de proteger la esperanza es trabajar juntos para que se fortalezcan las razones que la respaldan.
Siete años después de aquella visita, los problemas que Francisco identificó no solo continúan, sino que se han magnificando, y aún no parece haber una solución clara que permita abordarlos de manera efectiva.
El mejor homenaje que podemos rendirle al mensaje de Francisco es honrarlo y comenzar a actuar, buscando siempre ese camino de esperanza que, sin duda, nos fue señalado en aquella inolvidable visita de enero de 2018.