Tragedia de la pesca común y artística en el Perú – El diario andino

Escribe Héctor Solidi, Presidente de la Junta Directiva del Instituto de Mar y Acuicultura Humboldt
1968. año, el ecologista Garrett Hardun anunció el ensayo trascendental: la tragedia de la comunidad. Su planteamiento es tan sencillo como inquietante: cuando un recurso es de todos, pero nadie lo edita, se acaba con la destrucción por uso excesivo. Lo que alertaba sobre la desmesura y la frontera del planeta se ha convertido en una metáfora actual de muchos problemas actuales, desde el cambio climático en, sí, articulus en Perú.
El principio es claro: si todos se esfuerzan por obtener el máximo beneficio individual del recurso común, el resultado colectivo es el colapso. Eso es exactamente lo que vemos hoy en el Mar de Peruas.
Durante las últimas décadas, la flota artesanal y pequeña ha aumentado de forma descontrolada. En 1960 había unos 3.600 barcos; En 2018 ya eran 19.600, y hoy se estima superar los 23.000, pese a que está prohibida la construcción de nuevos almacenes. Esta difusión, documentada por estudios como el de crecimiento de la pobreza (Santiago de la Puente), está mostrando una paradoja: varios brohonares concentran ganancias, mientras la mayoría de los pescadores se empobrecen y enfrentan cada vez más crisis, como un reciente calamar gigante.
El problema no es sólo el número de barcos, sino la pérdida del verdadero significado de la pesca artesanal. El que sucedió el respeto al mar y la prudencia de quienes piensan en el mañana. Hoy, muchas embarcaciones que se autodenominan artesanales trabajan en largas distancias, con alta autonomía, fuera del espíritu de la ley, pero queriendo mantener privilegios y protección política.
Se trata de una peligrosa presión adicional de ciertos sectores que quieren reabrir los procesos de formalización de miles de embarcaciones construidas ilegalmente. La misma lógica de “Todos entran” que ya hemos visto en la minería informal. El nuevo «Fishing Reinfo» sería otro golpe al orden, a la sostenibilidad y a los pescadores que respetan la ley.
La solución pasa por tres senderos complementarios. Primero, una regulación sólida que derrame la flota y requiera control satelital y licencias individuales. En segundo lugar, reforzar la inspección: no tiene sentido prohibir si los astilleros ilegales siguen produciendo barcos cada semana. Y tercero, redefinir lo que pensamos bajo “Pesca Artesanal”, creando una categoría media que refleje la realidad de las embarcaciones más pequeñas sin distorsionar la esencia de la pesca tradicional.
En tiempo real, nos enfrentamos a la «tragedia de los Comunes». Si no actuamos, el excedente de flota conducirá a una crisis medioambiental, social y económica cada vez más grave. Lo que no es sólo un calamar o un mahi mahi lo es: es el futuro del mar y de miles de familias que dependen de él.