Un mundo en crisis de solidaridad, donde buscar refugio es un crimen | Doctores sin fronteras | MSF | MUNDO

En Médicos sin Fronteras (MSF) hemos estado trabajando activamente en el ámbito de la migración en América Latina. Este trabajo es especialmente notable en México, un país que se configura como un punto crítico en la extensa frontera norte con Estados Unidos. Esta frontera representa el último eslabón en una ruta migratoria que es no solo larga, sino también bastante peligrosa. Además, MSF está presente en casi todos los países de América Central, incluyendo activamente Guatemala, Honduras, Panamá y Colombia.
La migración no es un fenómeno sencillo. Las personas en movimiento a menudo lo hacen por razones muy diversas y se desplazan en direcciones variadas a través de un vasto espacio geográfico. Estas rutas de migración están en constante cambio, influenciadas por alteraciones en las políticas de inmigración y factores médico-humanitarios.
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El trabajo con poblaciones migrantes en América Latina se presenta como un verdadero desafío. A menudo, estos individuos son particularmente vulnerables, y comparten una marcada experiencia de haber vivido episodios de violencia severa y recurrente, incluyendo violencia extrema. Las rutas migratorias están plagadas de riesgos, desde la densa y peligrosa jungla del Darién hasta el crimen organizado en México, así como las pandillas en América Central o fuerzas corruptas del orden público. En MSF, proporcionamos atención en muchas situaciones diferentes; desde lesiones musculares simples que resultan de la travesía en caravana hasta la reanudación de terapias para pacientes con condiciones crónicas de salud mental o física. Sin embargo, además de los problemas médicos visibles, muchos de nuestros pacientes traen consigo heridas invisibles que pueden reabrirse en cualquier momento, debido a experiencias de secuestro, amenazas, tortura, extorsión, violencia sexual y otras formas de agresión.
Para poner esto en perspectiva, entre enero de 2024 y febrero de 2025, nuestros equipos en la ruta migratoria atendieron a cerca de 3,000 sobrevivientes de violencia sexual, lo que equivale a un caso cada tres horas. Además, se proporcionaron más de 20,000 consultas individuales de salud mental, muchas de ellas impulsadas por la violencia sufrida. Desgraciadamente, los efectos de esta violencia pueden ser tan extremos que hemos tenido que atender a pacientes que han perdido completamente su funcionalidad. No debemos olvidar que muchos de estos individuos ya habían huido de complejas situaciones de crisis, como la crisis en Venezuela, el conflicto en Colombia, la violencia generalizada en Ecuador y otros países centroamericanos, donde la falta de oportunidades y la exclusión siguen siendo problemas muy concretos.
A esta compleja situación se le suman los obstáculos burocráticos, así como la persecución y estigmatización que millones de personas enfrentan debido a políticas impuestas por la administración de Estados Unidos. Estas políticas han sido replicadas por varios gobiernos de la región, quienes han cerrado las principales rutas para obtener asilo, han intentado revocar asilos ya concedidos y han criminalizado a aquellos que lo solicitan. Todo esto ocurre en un contexto de drásticos recortes a la financiación global para la ayuda humanitaria.
Desde hace meses, hemos estado bajo la sombra de posibles deportaciones masivas. Aunque no se han llevado a cabo en los niveles anunciados, en comparación a años anteriores, en 2025 tampoco hemos visto un aumento significativo en las deportaciones desde los EE. UU. hacia estas poblaciones vulnerables.
A pesar de que el tránsito migratorio del sur hacia el norte del continente ha disminuido considerablemente, y algunas personas incluso están revirtiendo su camino, en MSF estamos observando casos graves de trastornos de salud mental, incluidas ideaciones suicidas entre algunos de los pacientes. La eliminación de facto del derecho al asilo y la suspensión de otros programas por parte de Estados Unidos han generado enormes niveles de estrés, desorden, desesperación y pánico en las comunidades migrantes. Esto ha dejado a miles de personas atrapadas en un limbo legal y humanitario, haciéndolas invisibles y llevándolas a transitar por rutas aún más arriesgadas, dejándolas vulnerables a las redes criminales.
No se trata solo de la acción de Estados Unidos. Debido a la presión, influencia o afinidad, diferentes gobiernos en América Latina están implementando políticas cada vez más severas y medidas antiinmigrantes para contener a los migrantes, así como llevando a cabo retornos forzosos, restricción de derecho de asilo, y otros derechos básicos de protección. En Médicos Sin Fronteras, insistimos sobre la necesidad de no criminalizar la migración y de respetar los derechos humanos de las personas en tránsito. Nos comprometemos a abogar por una protección integral para los migrantes, ya sea en su país de origen, durante el tránsito, en su destino o al regresar, mientras se proporcionan servicios básicos, incluida la atención médica.
Sin duda, nos encontramos ante un colapso moral y una violación de las convenciones que han guiado nuestros esfuerzos para proteger a las personas más vulnerables que buscan refugio. Es urgente actuar para detener esta ola de odio y esta crisis de solidaridad que estamos atravesando.
*Por Víctor Escobar, responsable de las operaciones de Médicos Sin Fronteras (MSF) para América Latina