Una habitación secreta en Perú escondió algunos tubos. Ahora sabemos que las élites gobernaron con alucinógenos hace 2.000 años


Mucho antes de que el Imperio Inca tuviera dominio sobre los Andes, la civilización de Chavín, que estuvo activa entre 900 y 650 a. C., había forjado una red cultural diversa que abarcaba no solo técnicas agrícolas, sino también manifestaciones arquitectónicas y artísticas compartidas. En este contexto, uno de sus centros más representativos fue Chavín de Huántar, un monumento ceremonial de piedra emplazado a 430 kilómetros al norte de Lima. La arquitectura de este sitio, junto con sus símbolos y su acústica enigmática, ha intrigado a arqueólogos durante más de un siglo, lo que ha generado un interés profundo por sus misterios y su relevancia histórica.
La fascinación generada por Chavín ha dado paso a descubrimientos que revelan aspectos asombrosos de su cultura.
Rituales visionarios. Recientemente, un estudio ha desenterrado detalles vitales a través de nuevas excavaciones y análisis químicos meticulosos. Esta investigación ha puesto en evidencia que un elemento clave del sistema de jerarquías sociales de Chavín se fundamentaba en rituales de transformación profunda, potenciados por el uso de poderosas sustancias alucinógenas como Vilca, que es una fuente natural de DMT, así como diversas especies de tabaco salvaje.
Estos rituales se llevaban a cabo en espacios íntimos y restringidos dentro del complejo ceremonial, razón por la cual no eran accesibles a la comunidad en general. Se trataba de experiencias exclusivas para individuos seleccionados, posiblemente sacerdotes o miembros de la élite espiritual, fortaleciendo así el poder simbólico de las autoridades y el orden social establecido en la cultura de Chavín.
Psicoactivo y arquitectura. Tal como observan los arqueólogos, el análisis de tubos de hueso labrados, hallados en varias cámaras secretas, ha confirmado que estos se utilizaban para inhalar sustancias, proporcionando así evidencia directa del uso ritual de estas drogas psicodélicas. A diferencia de las prácticas comunitarias que existían en otras culturas amazónicas, los rituales en Chavín eran íntimos y regulados, rodeados de un aura de misterio, probablemente destinados a consolidar la autoridad espiritual de ciertos individuos dentro de una estructura de poder vertiginosamente jerárquica.
Además de estas prácticas, se sugiere que la arquitectura del templo fue intencionadamente diseñada para intensificar la experiencia vivida durante los rituales. Elementos como trompetas y espacios diseñados con conchas marinas estaban destinados a amplificar el sonido, creando una estrategia sensorial integral en la que la música y la reverberación jugaban un papel crucial en la producción de estados de conciencia alterados. Lejos de ser meramente algo místico, estas ceremonias funcionaron como herramientas ideológicas que unían a la sociedad, motivando a la gente a participar en la construcción de templos y monumentos sin recurrir a la coerción física.
Un sistema de violencia evitada. Hay mucho más por descubrir, ya que uno de los hallazgos más relevantes del estudio es la aparente ausencia de coerción directa en la organización Chavín. La efectividad de los rituales para legitimar jerarquías parece haber suplantado la necesidad de represión sistemática o guerras organizadas.
Así, este delicado equilibrio ideológico no fue eterno. Alrededor del 500-400 a. C., las evidencias arqueológicas sugieren un período prolongado de violencia interna, que probablemente se vinculó a una transición de un orden teocrático hacia formas más seculares de organización. Este cambio podría haber socavado las bases simbólicas de la autoridad religiosa, lo que eventualmente condujo a un colapso gradual de la estructura social que Chavín había sostenido durante siglos.
Religión y desigualdad. Finalmente, de acuerdo con los arqueólogos, el caso de Chavín ofrece una perspectiva sobre cómo la desigualdad puede ser institucionalizada no solo mediante la fuerza o la economía, sino también a través de creencias culturales arraigadas.
En su análisis, se expone que la experiencia sobrenatural inducida por los alucinógenos llegó a ser una forma de naturalizar las jerarquías y justificar así la concentración de poder. Sin embargo, el legado de Chavín sigue vivo, funcionando como un nexo entre culturas más igualitarias y las sofisticadas estructuras imperiales que emergerían siglos más tarde, y ofreciendo claves valiosas sobre cómo se interrelacionarían las creencias, la arquitectura, las sustancias psicoactivas y el poder en la rica y profunda historia de los Andes.
Imagen | Daniel Contreras
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