Ver antes de jugar – El diario andino

Hay niños que aprenden a jugar al fútbol antes de jugar una pelota. Ellos son los que se sienten frente al televisor o en la galería y observan con la paciencia de un estudiante. Los movimientos siguen, las obras anticipan, reconocen patrones invisibles para la mayoría. Otros, por otro lado, confían solo en su talento natural: Gambeta Rapid, Fuerza innata, intuición para aparecer en el lugar exacto. Durante un tiempo, parecen imparables. Pero el fútbol, tarde o temprano, exige más que habilidad: exige comprensión.
Un entrenador argentino solía repetir que «el que no ve, no entiende; y el que no entiende no crece». En esa frase es la clave de la diferencia entre dos historias comunes en cualquier cantera. El primero, el niño curioso que consumió coincide como si fueran manuales secretos, transformó su admiración en conocimiento. Se equivocó menos porque ya había visto ese error en otro. Tomó mejores decisiones porque había aprendido que el pase a veces pesa más que el Gambeta.
El segundo, el niño talentoso pero distraído, esperaba que su magia llegara para siempre. No se sentó a mirar el fútbol, no estaba interesado en analizar, apenas celebró sus propios objetivos. Durante los primeros años brilló, pero con el tiempo sus rivales aprendieron a anticiparlo, sus virtudes dejaron de ser sorpresa, y su talento, sin la empresa comprensiva, salió.
El fútbol enseña qué ver también es entrenamiento. No es un accidente que algunos de los grandes estrategas del juego, desde Pep Guardiola hasta Juan Román Riquelme, hayan sido jugadores obsesivos con los partidos, la lectura de movimientos y deteniéndose en detalles. «El secreto es observar», dijo una vez Marcelo Bielsa, resumiendo una lección que trasciende la corte: mirar con cuidado es la primera forma de aprender.
Consumir fútbol no solo lo disfruta. Para un niño que sueña con ser futbolista, también es abrir un cuaderno invisible, donde se enseña cada obra. Ese hábito convierte el talento en la inteligencia del juego, y la inteligencia, combinada con la disciplina, es el que finalmente tiene una carrera.
El destino de estos dos niños recuerda que el talento puede ser una chispa, pero sin observación se extingue. En cambio, el aspecto atento incorpora un fuego que dura más allá de las modas y rivales. Porque al final, jugar al fútbol es, sobre todo, saber cómo mirarlo.